FAVELA
Recuerdo bien la favela.
Cruz inoportuna
encarnada detrás de la lagoa.
Invisible cicatriz del morro,
que mirábamos sin ver
entre emanaciones de fado e imposibles de vino verde.
Aún así llegaba con libertades de goce,
humus de axilas,
olor venéreo,
a nuestras pretendidas ingenuidades
que no acertaban a reprimir ojos ni dedos.
Por eso titilaban partículas de oro
en los atardeceres,
sobre las pantorrillas, los muslos
y los bíceps
de los descastados.
Vi peces articularse
en los charcos rociados
por los baldes vacíos
de la desesperanza.
Vi los ladrillos heridos
en las paredes abiertas
como bocas deseantes
y, he visto a la tormenta echar cuesta abajo el panorama,
para amasar un barro de células,
hojalata y espanto.
Vi secuestrar y curar
a ritmo de feijoada.
Como siempre,
este embudo americano,
exuberante y
dramático,
mágico y
sencillo,
como un puñal ardiente
sobre las pobres mariposas
de la tierra.
© Ana di Cesare
Etiquetas: Poema
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